Se conoce como inmunidad activa natural, a la forma en que el cuerpo reconoce y se defiende a sí mismo contra una enfermedad infecciosa específica que se adquiere después de haberla padecido, mientras que la inmunidad activa artificial es aquella inducida por la exposición a una vacuna, por ejemplo, la vacuna Influenza que se le administran a que se administra a distintos grupos objetivo como personas con patologías crónicas, adultos mayores y niños9, 10.

 

Por otro lado, nos referimos a inmunidad pasiva cuando se recibe anticuerpos contra una enfermedad en lugar de producirlos a través de su propio sistema inmunológico, sin ser necesaria una exposición previa a un agente patógeno. Este tipo de inmunidad puede ser natural, por ejemplo, a través de la transferencia de anticuerpos maternos al feto por vía transplacentaria, o artificial, cuando se administran productos sanguíneos que contienen anticuerpos, como las inmunoglobulinas específicas o anticuerpos monoclonales contra un determinado agente infeccioso9,10.


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