La espina bífida es una condición congénita que afecta a una significativa cantidad de recién nacidos a nivel mundial, con un impacto profundo en su desarrollo y calidad de vida. La toma de conciencia sobre esta malformación es fundamental para brindar apoyo a las familias que enfrentan este reto.

La espina bífida se origina cuando la columna vertebral, que tiene la función de proteger la médula espinal, no se desarrolla de manera completa durante las primeras etapas del embarazo. Esta afección puede resultar en la exposición de la médula espinal y los nervios, causando complicaciones que afectan el desarrollo motor del bebé, incluyendo problemas en las caderas, rodillas y pies.

Entre las complicaciones más graves asociadas a la espina bífida se encuentra la hidrocefalia, que se produce por el exceso de líquido en el cerebro debido a bloqueos en el flujo del líquido cefalorraquídeo. La ubicación de la malformación en la columna vertebral puede aumentar el riesgo de desarrollar esta condición, que en ciertos casos puede amenazar la vida del bebé.

Los niños y niñas con espina bífida también pueden ser propensos a infecciones del tracto urinario y problemas intestinales debido a la afectación de los nervios que controlan estos órganos, lo que puede resultar en dificultades para el control de esfínteres. Además, esta condición no solo incide en la salud física, sino que también puede afectar el desarrollo social y educativo de la persona.

Prevención

Si bien no existe una manera garantizada de prevenir la espina bífida, se ha demostrado que la ingesta adecuada de ácido fólico puede reducir el riesgo en un 70%. Se recomienda que las mujeres embarazadas consuman al menos 400 mg de ácido fólico un mes antes de concebir y durante los primeros meses del embarazo.

Los alimentos ricos en folato, como el hígado de res, las verduras de hoja verde (espinacas, brócoli, repollo, lechuga), legumbres (porotos, lentejas, garbanzos) y frutas cítricas (naranjas, pomelos, limones), son vitales para una nutrición adecuada.

Varios países han implementado políticas de fortificación de alimentos con ácido fólico para mejorar la situación nutricional de sus poblaciones. En Chile, la fortificación de harinas, implementada hace más de 70 años, ha sido clave, dado que el país es el segundo mayor consumidor de pan a nivel mundial, después de Alemania.

El objetivo de la fortificación con ácido fólico es aumentar la ingesta de folatos en mujeres en edad fértil y, de esta manera, reducir la prevalencia de los defectos del tubo neural en recién nacidos. Estos defectos incluyen malformaciones del sistema nervioso central como anencefalia, espina bífida y encefalocele.

Los folatos, también conocidos como Vitamina B9, son esenciales para la salud, y es fundamental distinguir entre los folatos naturales presentes en los alimentos y el ácido fólico sintético utilizado en suplementos y en la fortificación de productos alimenticios.

El Laboratorio de Folatos del ISP, creado en 2016 mediante un convenio entre este instituto, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos y el Ministerio de Salud, juega un papel clave en la medición de las concentraciones de folatos en muestras de mujeres en edad fértil a nivel nacional e internacional, colaborando con UNICEF en diversos proyectos.